Te tengo miedo, no se a donde me vas a llevar, siento como si me arrastraras a un hoyo negro del cual no podré salir jamás, como si me recostaras sobre el piso y colocaras tu bota sobre mi cuello para que deje de respirar, y entonces puedas arrancarme el corazón y olvidarte de mi.
Siento frio, soledad, no quiero hablar contigo. No me enseñaron a entender lo que me dices, pues cada vez que me visitas sólo pareces hablar con lágrimas y crear tormentas en mi mente. Me recuerdas el pasado, me abruma tu melancolía y no sé cómo ignorarte más.
Si camino contigo, ¿Volveré a sonreír? ¿Volveré a amar y confiar en la bondad de la humanidad? ¿Podré volver a cantar, danzar y reír? ¿O te incomodaría mi felicidad al amar?
Intentaré escucharte, hagamos el ridículo frente a extraños mientras lloramos por la calle y sus miradas nos cuestionan, mientras grito en silencio y hay enojo detrás de mis ojos. Intentaré, pero sólo eso; no me pidas más.
Y así, con cada paso me enseñaste a soltar lo que he perdido, lo que no regresará. Y es que lo que tengo es igual de hermoso a lo que se ha ido.
Hemos enterrado los amores que no nos merecieron y sanamos los rechazos que nos robaron la inocencia. Hicimos arte, cantamos de las noches de dolor, y escribimos sobre la locura de los sueños platónicos y las traiciones de los cobardes religiosos. Hicimos la paz con las rencillas, y perdonamos los ultrajos, soltamos las injusticias y amamos la belleza de respirar bajo las estrellas; creamos un hogar en el presente y arreglamos el jardín.
No te olvido ni me olvides pues ahora que te entiendo y me entiendes, mi lamento tu puedes sentir.